Teatro posmoderno
A Guillermo Samperio, quien me sugirió el título
La diva quedó pasmada, la vergüenza le tiñó la cara, el párpado izquierdo le comenzó a temblar sin control al mismo tiempo que los ojos se le humedecieron. Llevó el dorso de la mano a la frente arrugada en el comienzo de una convulsión. El cuerpo cayó, convincente como un trapo. Luego, el teatro quedó en silencio, el público buscaba entre sí una señal de que la Obra hubiese terminado. Un quejido confuso atrajo las miradas de nuevo a la duela, y comenzó la ovación, todos aplaudieron de pie durante dos minutos. La actriz seguía tendida cuando los “¡bravo!” se generalizaron. La entrada de los paramédicos fue el colmo del éxtasis. Miles de manos enrojecieron hasta el cansancio.
Entre los murmullos de la gente abandonando el teatro, amortiguada, la sirena se pudo escuchar y algunos volvieron a aplaudir.
<< Home