Estación de Letras

Partir es madurar un poco. No madura quien no viaja. Dentro o fuera de la alcoba, lo que importa es trasladarse, perderse, encontrarse: viajar. Xavier Villaurrutia *** Página de invenciones, improvisaciones, ficciones-bonsai, en fin, escritos que aspiran a ser literatura cuando alguien más los lea. Textos de Gilberto Marti.

Mini-datos sobre el autor

Nombre: Gilberto Marti, de preferencia Marti. País: México.

Ciudad: Tlaxcala, atrasito de los volcanes. Ver perfil completo


NOTA: Los comentarios a los textos, por favor escribirlos en el enlace que está sobre el título de cada uno.


AVISO: Ya está lista nuestra nueva bitácora. Serán bienvenidos sus comentarios en Estación Crítica.

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viernes, mayo 19, 2006

Fragmento 1 del Diario

Escribió Xabier en su diario que, cuando era niño, viajó con su familia de Burgos a Madrid, que la causa del viaje fue que la corte se cambiaba a El Escorial. Que en la procesión llevaba entre sus pertenencias las cuatro redomas en que habitaban por separado, para que no se comieran unas a otras, dos tarántulas machos y dos hembras con sendos capullos de seda. Que las arañas no padecieron hambre pues en los caminos del Reino desde siempre han abundado las hormigas, las moscas y todo tipo de sabrosas alimañas, aladas o no, para el gusto nada exigente de sus ejemplares captivos. Que le causaba curiosidad uno de los carros del convoy por ser de forma diversa a los demás, de grande lujo como catafalco para reyes, y que no se explicaba por qué, en lugar de acostado, lo llevaban como obelisco.
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martes, mayo 09, 2006

Para el retrato de Xavier

Era común encontrarlo en el jardín, en cuclillas entre rosas y crisantemos, escarbando con un palito en la tierra, alzando frente a sus ojos asombrados lombrices enredadas en la ramita, como espaguetis, grasientas, chocolatosas lombrices contorsionistas semejantes a cabellos chorreantes de górgona venida a menos; lodosas cuando a Xavier le daba por inundar una parte del jardín para sacarlas de sus túneles secretos, y ver pasar hormigas navegantes en sus naos de olivos, de higueras.
Después de maravillarse con el retorcimiento de los trocitos en que había cortado a los gusanos, el niño se tendía junto al agua mientras bajaba el nivel del charco. Entonces Xavier sentía que él también, como el líquido, se infiltraba en la tierra, y que todas las sabandijas que ahora escapaban dejando rastros sinuosos en el cieno no eran más que imaginaciones suyas, que todo eso estaba dentro de él y que nadie, si lo contaba, si lo escribía, si lo escuchaban, si lo leían, podría entenderlo.

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miércoles, abril 26, 2006

Las fotos que vi

Yo las vi; me fijé en los detalles finos del plumaje, el brillo en el ojo del ave, y la piel tan clara de la mujer. Las anteriores compartían el bronceado, la cabellera que azuleaba con el destello del flash y los rostros, infantiles, aún bajo la plasta grosera de maquillaje.
—¿Ahora de quién te enamoraste?—, le había dicho ayer, pero no me contestó y siguió girando el vaso entre los dedos, haciendo que el humo del cigarrillo se duplicara en el espejo, subiendo entre botellas de ginebra y güisqui, por encima de la calva grasosa del cantinero.
Muy de vez en cuando contestaba mis preguntas y yo no me tomaba tan en serio como para molestarme por sus niñerías de hombrón desconsolado. Bebíamos juntos, brindábamos por ellas, y punto.
Dejó el vaso y sentí que me miraba de reojo cuando aplastó el pucho con rencor. Entonces me dijo que la había conocido una semana antes. Sólo eso, y encendió otro cigarro. Esta vez no se trataba de una jovencita aunque era mucho más atractiva que las otras; con los tacones lucía más alta, tenía esa forma de adelantar la pierna y la sonrisa breve; la mirada puesta a lo lejos, más allá de la cámara, quizás ya intoxicada.
—Con ésta será un tatuaje —dijo—, una golondrina. Supuse que el amor le duraría lo que tardara en convencerla o lo que la foto en desgastarse. Yo las vi; me parecieron el tipo de fotos que haría un forense.
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miércoles, abril 12, 2006

Tenemos que hacer algo

Tenemos que hacer algo,
la soledad nos hace perder el cabello,
la realidad se confabula para separarnos,
los dientes se nos ponen negros,
los globos azules revientan al primer aliento,
una procesión de hormigas inunda los fruteros.
Si te invito un café tu gastritis no está para insomnios,
y a los cinco minutos preferimos un trago,
y se nos derriten los hielos
y no hay vasos.
Entonces rompemos en llanto,
pero el cielo comenzó primero.
A veces pienso que el problema con los besos
es que está nublado.
Tenemos que hacer algo,
o quedarnos calvos.
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martes, marzo 28, 2006

Siempre

Siempre que digo te quiero
levantas un viento de ladrillos
hablas de espinas
y archivos muertos
Pero yo sólo
digo te quiero;
no espero un oficio con membretes
ni lindas cartas en papiro
ni que hables de procesiones
ni de semanas santas
o de las elecciones
ni siquiera que leas mi libro
La verdad es que
no me importa la capa de ozono
ni el circo de pulgas de Bali
Con decir te quiero
quisiera que también lo dijeras
y me miraras
y pudiera ver
en esos ojos tuyos
peces, mariposas de colores,
sentir de nuevo que al mirarme
ves un mundo y ver que tiemblas
Quizás pido demasiado
para tan pocos semáforos y prohibidos estacionarse
Sólo sé que te quiero, que lloro por dentro.

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sábado, marzo 18, 2006

Pasajes

En mitad del camino de regreso hago siempre un alto y echo el ancla. Lanzo una moneda y la veo saltar, tres veces, antes de ser tragada por la pez oscura. Nubes como jirones pasan morosamente apenas ocultando y descubriendo el sol difuso que me alumbra. Bajo el casco carcomido de mi barca siento el agua deslizarse como bestia. Sueño entonces con aquellos borrosos tiempos, cuando perseguía botecitos de papiro en las riberas tenues de la Estigia.

Suena la campana. Me ves salir de la niebla. ¡Anda, sombra! ¡Anda!, ten lista tu plata.
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miércoles, marzo 08, 2006

En el jardín

A mí también las palabras me parecen hormigas en procesión ferrocarrilera y la sintaxis el camino que les marca la Academia (esas vías de frío acero) ¡Qué de lujo y maravilla abrir la llave e inundar el jardín reseco! ¡Allá van! Ruedan, se agitan, estremecen sus patitas y antenas: las hormigas panza arriba, bocabajo, bocabeza, entre remolinos de varitas, briznas vegetales cual barquitos; una tormenta aquí, y arriba: ¡cuánto sol!, y ¡qué alegría jugar en el jardín con las letras! ¡Chapotear en el lodo, formar pasteles y hundir los tenis en aquella pasta fría!
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