La fugitiva
"Ahora vuelvo, voy por otra": reza un letrero al pie de la faltante estatua que solía adornar la idílica plaza de Chauburgo, rodeada de palacios y templos cristianos del más refinado estilo gótico; la calle que parte de la plaza deja ver allá, al fondo, un mapa de dimensiones colosales que señala con una flecha el lugar donde uno se encuentra, es decir, algún lugar más bien sospechoso de la vieja, viejísima Europa; múltiples entradas al tren subterráneo comunican con las estaciones de autobuses y terminales aéreas que, para sorpresa de los visitantes a la primera Feria Mundial del milenio, son también de estilo gótico y levantan al cielo las aguzadas puntas de las torres de control; además, en el Aeropuerto Internacional de Chauburgo hay otro gran planisferio en la pared que permite ubicar al pequeño país en el planeta y, si nos fijamos arriba, una reproducción de la bóveda celeste informa del lugar de la galaxia en que podrán comenzar las pesquisas para localizar a la fugitiva estatua, símbolo de Chauburgo y de la humanidad entera.
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