Manera festiva de romper espejos (intermezzo)
La necedad busca gardenias y labios, se vuelve fantasma del páramo que antes era jardín de abrazos, redil perfecto de sonrisas. ¡Que vuelva a llenarse de tus manos y miradas tiernas el terco erial de mis espejos! Y es que ahí, en el mercurio enmarcado, no te veo, sólo me miro a mí, a veces, cuando el azogue pasa por alto lo que tengo de quimera y refleja las noches en que no duermo, ocupado en librarme de tanta y tanta palabra. Aún así, me rebelo, me revelo y rompo —¡qué alegre, cómo suenan, tercos, trozos, rotos!—, los espejos.
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