El escritor
Cuando llegó, todos los ejemplares habían sido vendidos. Incrédulo, buscó en una librería más y luego en otra y otra. La misma respuesta:
"Ese título está agotado, señor".
Una alegría inmensa lo desbordó. No sabía qué hacer primero, si llorar, gritar o salir corriendo a contárselo al primero que encontrara. Entonces, con los pies metidos en el lodo, alzando el rostro al cielo, de su garganta emergió un grito primigenio de una pureza y resonancia desoladoras; un grito, en fin, que hubiese despertado a cualquiera.
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