Li Poh Tei, su litófono
Interesado por la música de las piedras, Li Poh Tei, joven emperador, construyó un litófono que comenzó con la nota más débil: ató un grano de arena en el extremo de un hilo de seda. Con cordeles suspendió gravilla y guijarros del río; con cuerdas, cantos rodados y rocas pulidas; también dispuso un peñasco en el acantilado de granito. Se acercaba el día de probar el litófono o pien-tsin. Li Poh Tei mandó trenzar millares de sogas para rodear a la montaña Huangshan.
La prueba fue el primer día de primavera, antes del amanecer. Miles de súbditos escucharon con respeto la música del emperador. Los árboles se mecieron con las percusiones, los manantiales largaron aguas minerales y termales, pero lo mejor fue cuando Li Poh Tei dejó a un lado el mazo y palmeó con gentileza la superficie de la tierra al pie de la montaña. Un rumor sordo, sereno y profundo hizo vibrar la niebla y las copas de los árboles, los admirados vasallos contemplaron la salida del sol mientras sentían a la Tierra cosquilleando, resonando sin cesar bajo sus pies. Li Poh Tei, descalzo, también sonrió.
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