De vuelta en la biblioteca
Despeinado, el poeta enfermo caminó de vuelta a la biblioteca. Primero avanzó derecho; luego, cambió de acera: un guiñapo en la banqueta, es el perro, ya no aúlla, moscas vuelan, puesto de lotería. “La muerte de mosca se muestra y de móviles vermes semilla siembra”, pensó, murmuró, apretándose las narinas.
A los pocos pasos vio venir una pareja de enamorados:
¡Quién fuera más joven! Amor de caramelo, voz chillante, meliflua, saliva y azúcar tus besos, chuic-chuic, llenando de abejas los oídos y demás cursilerías. El aprendiz de juglar regresa, cuaderno bajo el brazo, entre sus hojas el disco y el sobre con seis fotografías (tres-cuartos), cuaderno con espejo trizado.
—¿Nombre? —dijo la bibliotecaria, dedos listos en la pluma, pluma sobre el formato “nuevo-lector-registro”.
Inútil preguntar si es realmente necesario, el nombre. Me armo de valor, digo:
— Fernán.
—¿Apellidos?
—Pérez Maqueda.
No fue difícil. Lo ha escrito. Ampulosa letra antigua, trazos redondos, firmes, manuscritos. Ahora me mira:
—¿Trajo sus fotos? Póngales su nombre atrás, no me escriba garabatos. Mientras, páseme las fotocopias y su credencial. El resto, blablá, pega fotos, una al archivo otra a la mica, Biblioteca Central, nombre de usuario: Fernán. Ah, vaya, código de barras, ¿será china la mica?. La mica china, mi cachimba...
—Listo, ya puede solicitar libros. Dos días de prestamo externo, hasta tres libros. Si hay un solo ejemplar: no sale, sólo consulta interna. Por favor se lava las manos: la grasa afecta el papel de los libros.
Libros, libros, cuántos libros, cuántos pasillos, y se trata sólo del primer piso.
A los pocos pasos vio venir una pareja de enamorados:
¡Quién fuera más joven! Amor de caramelo, voz chillante, meliflua, saliva y azúcar tus besos, chuic-chuic, llenando de abejas los oídos y demás cursilerías. El aprendiz de juglar regresa, cuaderno bajo el brazo, entre sus hojas el disco y el sobre con seis fotografías (tres-cuartos), cuaderno con espejo trizado.
—¿Nombre? —dijo la bibliotecaria, dedos listos en la pluma, pluma sobre el formato “nuevo-lector-registro”.
Inútil preguntar si es realmente necesario, el nombre. Me armo de valor, digo:
— Fernán.
—¿Apellidos?
—Pérez Maqueda.
No fue difícil. Lo ha escrito. Ampulosa letra antigua, trazos redondos, firmes, manuscritos. Ahora me mira:
—¿Trajo sus fotos? Póngales su nombre atrás, no me escriba garabatos. Mientras, páseme las fotocopias y su credencial. El resto, blablá, pega fotos, una al archivo otra a la mica, Biblioteca Central, nombre de usuario: Fernán. Ah, vaya, código de barras, ¿será china la mica?. La mica china, mi cachimba...
—Listo, ya puede solicitar libros. Dos días de prestamo externo, hasta tres libros. Si hay un solo ejemplar: no sale, sólo consulta interna. Por favor se lava las manos: la grasa afecta el papel de los libros.
Libros, libros, cuántos libros, cuántos pasillos, y se trata sólo del primer piso.
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