El gran escape
El piloto miró por la ventana, la luz roja seguía parpadeando y el copiloto sugirió abandonar la misión, regresar a la parte trasera. Con horror vieron a través del parabrisas al enemigo: papá y mamá con el carrito del mandado a reventar, se acercaban amenazantes. El piloto soltó el cinturón de seguridad y se ocultó tras el asiento. El copiloto, más joven, esperó la llegada de los intrusos, de la otra nave, bamboleante y ruidosa.
—¿No podían haber tardado un poco más? Mi piloto ha saltado —dijo y tiró de la palanca de expulsión. Por la noche, recluidos en el calabozo, habrían de recordar lo cerca que estuvieron de lograrlo; planearían la fuga y rapto del avión al día siguiente, cuando la nave pasara por ellos para evacuarlos del campo de concentración y los liberara de la "miss". Algún día el escape sería completo, las llaves olvidadas por el enemigo, girarlas.
—¿No podían haber tardado un poco más? Mi piloto ha saltado —dijo y tiró de la palanca de expulsión. Por la noche, recluidos en el calabozo, habrían de recordar lo cerca que estuvieron de lograrlo; planearían la fuga y rapto del avión al día siguiente, cuando la nave pasara por ellos para evacuarlos del campo de concentración y los liberara de la "miss". Algún día el escape sería completo, las llaves olvidadas por el enemigo, girarlas.
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