Li Poh Tei y los cerezos
En cuanto Li Poh Tei vio que el primer capullo abría, levantó la mano y los músicos comenzaron a tocar para favorecer la floración de los cerezos: poco a poco las flores esparcieron sus pétalos sobre los ya caídos, hasta pintar de invierno la primavera y embalsamar tanto el cauce de los ríos como la sonrisa plena del emperador poeta, cuya momia cobijada bajo el manto vegetal endurecido, será encontrada, siglos después, por un equipo de mineros. De la capa más profunda del estrato se desprenderá un hálito de cerezos, hay quien jurará haber escuchado música en los socavones, mas nadie lo tomará en serio porque el carbón hay que seguir sacándolo y no merece la pena perder el tiempo en un montón de huesos.
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NOTA: Con este texto termina la primera serie temática sobre la vida y obra de Li Poh Tei, emperador poeta.
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