Aventura feliz
Con el cambio de turnos llegó de cajera una rubiecita como de diecisiete. La estuve vigilando un par de horas hasta que me pidió meterle la hamburguesa y un Tigger a la Cajita que estaba cobrando; yo le dije que como gerente no era mi obligación y que la Big Mac era muy grande, y que las papas estaban demasiado calientes, pero en fin, por ella lo intentaría. Y lo logré. Ah, y entonces ella entornó los ojos y tecleó sensualmente la orden, preguntó “¿algo más?” al gordito de la playera a rayas. Ahí fue cuando sentí que, sin duda, la quería.
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