Alí Yafar abrió la ventana
Una línea suave separaba el azul del cielo y el undoso perfil, ocre y destellante, de las dunas; limitaba, al mismo tiempo, la dispersa figura de un pelotón de palmeras, el procesional avance de una columna de camellos.
Alí Yafar salió de casa. Llegó al trabajo. La máquina que estaba junto al elevador le devolvió una lata roja por dos monedas. Se percató de que había olvidado preparar el microondas. Fue a casa y lo programó para calentar la comida a las dos. Y cuando regresó a la oficina, las torres gemelas ya no estaban ahí, en la televisión de la entrada.
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