Historia de una verruga
Hubo una vez una verruga a la cual le brotó una arruga. Parecía cosa de nada, un plieguecillo despreciable que, sin embargo, al día siguiente ya eran dos; en menos de doce horas, tres. Total, para no hacer la historia larga, terminó por brotarle todo un ceño fruncido y una frente, y a los lados ojos; por abajo la nariz, a poco un cuello, hombros y un par de brazos con sendas manos tembleques, inmisericordes a la hora de untar la pomada anti-verrugas que al fin vino a dar al traste con la verruga originaria y anunció el principio de la hegemonía de la más grandemente arrugada abuela.
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