Estación de Letras

Partir es madurar un poco. No madura quien no viaja. Dentro o fuera de la alcoba, lo que importa es trasladarse, perderse, encontrarse: viajar. Xavier Villaurrutia *** Página de invenciones, improvisaciones, ficciones-bonsai, en fin, escritos que aspiran a ser literatura cuando alguien más los lea. Textos de Gilberto Marti.

Mini-datos sobre el autor

Nombre: Gilberto Marti, de preferencia Marti. País: México.

Ciudad: Tlaxcala, atrasito de los volcanes. Ver perfil completo


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viernes, noviembre 11, 2005

Epílogos para un poema

I

Que mi voz partiera por en medio el escritorio estéril, el temor de dejar en blanco el lienzo de los locos, vacías las naves de la edad media.
Que de mi mano ya no nazca un remedo de primavera, la vaga ilusión de una tristeza imaginaria, los números absurdos con que la vida vive su muerte cada día.
Que de mi cabeza destierre a los falsos ídolos del sol negro, lanzándolos al rumbo de lo ajeno, al desierto sin arena.
Que vivir pudiera olvidado de los cadáveres que me atribuyo, lejos de mí y de los ojos que rascan mis heridas, de la increíble condición de un héroe de caballerías.

II

Perdida toda sonrisa ¿qué más dan las carcajadas del enemigo, el sabor amargo de la tierra, esos granos de arena que voy, que vamos, quebrando entre los dientes?

Ayer fue un beso y repartir de mariposas ramos,
hoy saliva y una horda de murciélagos pulguientos,
la seguridad increíble de haber perdido todos los poemas en el cieno.

¡Allá van!,
desmembradas,
estrofas rotas en grotescos versos,
en palabras huecas que van perdiendo sus letras,
en ritmos estentóreos como la agonía del cerdo.
Imágenes, un remolino de inmundicias donde aparece de tanto en tanto mi rostro disfrazado de mueca y brazos, manos, pies rotos, un bullir de uñas y dedos.
Que vuelva el mago de las letras a juntar mis miembros con suturas bastas, hilos de cáñamo para zurcir la cabeza a la estrechez de mi cuerpo.

III

¿Y si todo fuera un sueño que opaca mis ojos y ya no hay mago, ni agujas, ni letras? ¿Aceptar que no es posible trazar un boceto de otro cielo, de otra tierra? ¿Aceptar que cuando te pierdes en la aurora hay un gusano debajo de ti que poco a poco te devora?
¿Quién pudiera beber de la Estigia y apagar las sombras de sus emputecidas quimeras?
Ni una palabra más que no tenga un destino sin cadenas, ni una sonrisa, puro aquelarre de letras.
Discursos peregrinos, letras que no se arrimen a la materia perversa del papel.
Dejar que los cabellos crezcan sin control hasta tropezar con ellos,
que entre las barbas aniden costras de cebo, bullir de insectos que sorban mi veneno
Que en la calle griten: “¡Allá vas, leproso de mierda! Se te ven los huesos. Cómprate ropa al menos, ponte zapatos o trapos para que no pierdas más dedos. Allá vas, leproso, ojalá te mueras”.

IV

O simplemente, que nunca pierda Sísifo su piedra.

***