Li Poh Tei, su malos y sus buenos sueños
En el sueño de Li Poh Tei nunca estaban Chuang Tzu o la mariposa. Tampoco atravesaba ningún jardín de donde tomara una rosa que al despertar siguiera en su mano. En cambio, en sus sueños había un torbellino de caligramas arrancados como hojas secas de los cerezos, al detenerse el viento Li Poh Tei buscaba textos en la hojarasca; si encontraba uno bueno, despertaba y lo escribía en seda, pero si era un mal escrito, no sólo no despertaba sino que se sumía en un delirio de pesadillas atroces que lo enfebrecían y debilitaban. Así, entre los buenos y los malos textos que siempre daba a leer a su criado, el emperador poeta iba escribiendo su obra y consumiéndose. En su testamento el gobernante dejó toda su fortuna a Yan Tzei, único vasallo del reino que había leído su obras completas y padecido el horror de la literatura perdida por su amo en pesadillas.
Entre los textos rescatados del incendio del palacio de Li Poh Tei, siglos más tarde, llamaron la atención dos tomos firmados por el criado de su señor. Es así como llegó a nosotros el capítulo conocido como los malos sueños del emperador poeta, erróneamente atribuidos a Yan Tzei, aunque, ¿quién puede estar seguro de la autenticidad de los manuscritos?
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