Sebeida (Nocturno decembrino)
Las emplastadas pestañas apenas dejan asomar ojos tan glaucos y pequeños; el grosor de sus brazos blancos y blandos intimida; no así los ciento treinta centímetros de carne que cubren sosamente las caderas. Parapetada en la artera trampa de una minifalda XL de flagrante cuero, con el cabello ficticio y lacio de color turquesa, la rotunda esfinge de zalameros pechos y labios como incendio, guardó para sí el acertijo e imaginó el pensamiento de una madre que al verla se persignaba arriba en la ventana. Entonces, al recuerdo del niño que en el cuchitril espera algún regalo navideño, la novel Sebeida, ajustando el eficaz liguero y adelantando su mejor remedo de sonrisa, le dice "¿vamos?" al hombre viejo de casimir y seda.
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