Desde niño tuvo tendencia a mirar diferente al mundo. Cuando cumplió tres años ya tardaba más de quince minutos en atravesar el jardín hacia el templo: en cada paso que daba quedaba angustiado por el temor de no haber evitado, a pesar de todo, aplastar algún insecto muy pequeño que hubiese escapado de su escrutinio. Fue así como Li Poh Tei, al cumplir los siete, acudió a la escuela del sabio Jun Shuan, el cual tenía fama de respetar la naturaleza. Al desembocar en el jardín de la escuela, Li Poh Tei descubrió al venerable maestro arrodillado ante un montón de rocas.
—¿Qué hace usted, venerable maestro Shuan?
—Quiero averiguar si alguna criatura vive en estas rocas antes de llevarlas al jardín interior —respondió y volvió a quedar inmóvil durante media hora. Li Poh Tei no quiso interrumpirlo. Decidió volver al día siguiente.
—¿Qué hace usted, venerable maestro Shuan? —preguntó Li Poh Tei al otro día cuando encontró al maestro en la misma actitud que el día anterior.
—Por la mañana he visto entrar una hormiga entre las piedras y hasta el momento no ha salido.
Al día siguiente Li Poh Tei vio que las hormigas entraban y salían de debajo de Jun Shuan.
—¿Qué hace, venerable maestro Jun Shuan?
—Espero, jovencito Li Poh, espero.
—¿Qué es lo que espera?
—Que las hormigas descubran su error y el peligro en el que han incurrido. Las piedras están libres para mi jardín, pero yo no puedo llevarlas hasta allá. ¿Me haría el favor?
Li Poh Tei llevó las piedras al jardín de arena de Jun Shuan. Las dispuso de manera conveniente y se marchó para no volver: Jun Shuan no era buen maestro para él.