Estación de Letras

Partir es madurar un poco. No madura quien no viaja. Dentro o fuera de la alcoba, lo que importa es trasladarse, perderse, encontrarse: viajar. Xavier Villaurrutia *** Página de invenciones, improvisaciones, ficciones-bonsai, en fin, escritos que aspiran a ser literatura cuando alguien más los lea. Textos de Gilberto Marti.

Mini-datos sobre el autor

Nombre: Gilberto Marti, de preferencia Marti. País: México.

Ciudad: Tlaxcala, atrasito de los volcanes. Ver perfil completo


NOTA: Los comentarios a los textos, por favor escribirlos en el enlace que está sobre el título de cada uno.


AVISO: Ya está lista nuestra nueva bitácora. Serán bienvenidos sus comentarios en Estación Crítica.

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martes, marzo 28, 2006

Siempre

Siempre que digo te quiero
levantas un viento de ladrillos
hablas de espinas
y archivos muertos
Pero yo sólo
digo te quiero;
no espero un oficio con membretes
ni lindas cartas en papiro
ni que hables de procesiones
ni de semanas santas
o de las elecciones
ni siquiera que leas mi libro
La verdad es que
no me importa la capa de ozono
ni el circo de pulgas de Bali
Con decir te quiero
quisiera que también lo dijeras
y me miraras
y pudiera ver
en esos ojos tuyos
peces, mariposas de colores,
sentir de nuevo que al mirarme
ves un mundo y ver que tiemblas
Quizás pido demasiado
para tan pocos semáforos y prohibidos estacionarse
Sólo sé que te quiero, que lloro por dentro.

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sábado, marzo 18, 2006

Pasajes

En mitad del camino de regreso hago siempre un alto y echo el ancla. Lanzo una moneda y la veo saltar, tres veces, antes de ser tragada por la pez oscura. Nubes como jirones pasan morosamente apenas ocultando y descubriendo el sol difuso que me alumbra. Bajo el casco carcomido de mi barca siento el agua deslizarse como bestia. Sueño entonces con aquellos borrosos tiempos, cuando perseguía botecitos de papiro en las riberas tenues de la Estigia.

Suena la campana. Me ves salir de la niebla. ¡Anda, sombra! ¡Anda!, ten lista tu plata.
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miércoles, marzo 08, 2006

En el jardín

A mí también las palabras me parecen hormigas en procesión ferrocarrilera y la sintaxis el camino que les marca la Academia (esas vías de frío acero) ¡Qué de lujo y maravilla abrir la llave e inundar el jardín reseco! ¡Allá van! Ruedan, se agitan, estremecen sus patitas y antenas: las hormigas panza arriba, bocabajo, bocabeza, entre remolinos de varitas, briznas vegetales cual barquitos; una tormenta aquí, y arriba: ¡cuánto sol!, y ¡qué alegría jugar en el jardín con las letras! ¡Chapotear en el lodo, formar pasteles y hundir los tenis en aquella pasta fría!
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viernes, marzo 03, 2006

La veo soñar con un viejo

El funeral fue tan real y triste como cualquiera, más largo aún por mis ansias de volver a encontrarla en sueños. Hasta hoy no hay mañana que no despierte con un ramo de flores blancas en la mano. En aquel entonces el experimento nos había parecido sencillo: hacer lo contrario de lo que hizo el hombre que atravesó el Paraíso y despertó con una rosa en la mano. Sólo que esta vez el soñador estaba bien despierto y, en lugar de flor, tenía a Pamela y tres diagnósticos adversos; meses más, meses menos. Pudo más nuestra juventud. No esperamos tanto. Una noche nos metimos a la cama con la seguridad de que ésa era “la noche”. Y, en efecto, cada vez que sueño, sueño que atravesamos campos de trigo, bebemos agua fresca en los arroyos, sobrevolamos viñedos y manzanares. Luego nos quedamos dormidos, pero sólo yo despierto.

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jueves, marzo 02, 2006

Llevaba en los ojos el color de los sargazos

Antes de irse nos parecía muy pequeña, frágil como una margarita desprendida de tierra adentro que hubiese venido a parar en la costa. La habíamos encontrado en la mañana luminosa del día siguiente a la tormenta. Tenía la cabellera metida entre los dedos blancos de espuma que dejaba el océano en su afán de ganarla. Quizás había venido por sí misma a contemplar cómo la lluvia caía equivocadamente en el piélago teniendo tan cerca un páramo sediento al cual dar de beber. Lo cierto es que ahora la teníamos sólo para nosotros y no sabíamos cómo tratarla. Por instinto la metimos al agua para limpiarla de arena y caracolas. Una vez que estuvo seca le preguntamos ¿de dónde vienes?, y señaló las dunas. Echó a caminar hacia allá; nadie se atrevió a detenerla ni a decirle nada cuando se volvió a mirarnos. Desapareció tras la cresta de los médanos. Desde entonces, cada vez que hay tempestad, bajamos a buscarla al otro día, pero nunca está, sólo sus huellas infantiles que siguen el rastro espumoso de las olas del mar.
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